Iglesia parroquial de San Francisco en Caravaca de la Cruz

IMG_1053Una pequeña joya del casco antiguo de Caravaca, poco conocida para el turismo al ser eclipsada por la gran riqueza patrimonial de la Ciudad, es la iglesia parroquial del barrio de S. Francisco.

El barrio, y por tanto su parroquia reciben el nombre del santo debido a que se ubican sobre el antiguo convento y terrenos de los Monjes Franciscanos, fundación de la que hoy día sólo quedan algunas ruinas en la zona de la monumental plaza de toros.

La actual Iglesia de San Francisco era una ermita  dependiente de la parroquia del Salvador, hasta que en el año 1970 la diócesis, por el crecimiento del barrio y consiguiente aumento de feligreses, la dotó de la consideración de Iglesia parroquial. Al principio fue el mismo vicario de zona, D. José Sánchez Ramos el sacerdote designado para tutelarla, hasta que fue nombrado primer párroco D. Fulgencio Bernal.

En septiembre de 1977 llegó, para sustituir a D. Fulgencio, el que hoy es uno de los curas más queridos por todos los caravaqueños: D. Alfonso Moya Fernández, que permaneció en la parroquia hasta el año 1990. A él se le debe una actividad parroquial y cristiana intensísima, que debido al origen humilde de la gente del barrio, fue vital para muchas personas que siempre le recordarán con el cariño que se le debe a quién en los momentos de dificultad está a tu lado y te ayuda de todas las formas posibles.

También se le deben varias reformas y mejoras en la iglesia, así como la construcción de los salones parroquiales anexos que tan importantes serían más tarde, con la llegada del Camino Neocatecumenal a la parroquia en 1982 y el crecimiento de feligreses exponencial que este movimiento de la Iglesia Católica trajo consigo.

A partir del año 1990 han sido muchos los sacerdotes que han ido dejando su huella en la Parroquia e Iglesia de San Francisco. A casi todos ellos de una forma u otra hay que agradecer también el actual aspecto y belleza del edificio, que aun careciendo de la historia y poso de tantas otras de Caravaca de la Cruz, luce un esplendor y atractivo que la convierten, valoraciones históricas aparte, en una de las iglesias más bonitas de la Ciudad y un lugar digno de ser visitado.

Fotos: Tomás García López:

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Plaza del Arco de Caravaca de la Cruz

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Creación de la Plaza del Ayuntamiento

También llamada Plaza del Arco, este núcleo urbano, declarado Bien de Interés Cultural en su grado más alto, se localiza en una de las zonas más antiguas de la ciudad de Caravaca de la Cruz. Presidida por la Casa Consistorial del siglo XVIII, también monumento de interés artístico, se puede admirar, en su extremo final, la Iglesia de El Salvador.

Como muchas otras plazas de España los acontecimientos históricos obligaron a cambiar el nombre de ésta. Todavía hoy se conserva una placa, en la fachada del Ayuntamiento, que nos recuerda que en 1812 era llamada Plaza de la Constitución.

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Arquitectura

Como todas las plazas, ésta de Caravaca forma parte del entramado urbano de la ciudad, ordenando la confluencia de algunas de sus calles y sirviendo de punto de referencia para la actividad comercial y administrativa del municipio.

De planta rectangular y alargada, formando dos espacios o ámbitos, dadas sus dimensiones, está presidida en uno de sus extremos, y ocupando dos laterales, por el edificio del Ayuntamiento y dependencias anexas. La forma en U del edificio de esta Casa Consistorial fue en realidad, ya en el momento de su construcción, el origen de la plaza y la recreación de un nuevo centro urbano para la ciudad de Caravaca.

No hay que olvidar que la fachada posterior de la parroquia de El Salvador también da a esta plaza y junto al Ayuntamiento son los dos edificios más antiguos de la zona, todas las demás construcciones son de época mucho más reciente.

La configuración original barroca de esta plaza se ha visto alterada a lo largo de los siglos. Hoy día la zona ajardinada con su Monumento al Moro y al Cristiano, obra de Rafael Pí Belda, y el detalle de sus farolas de forja de aire modernista convierten este espacio en una curiosa referencia a las plazas ajardinadas de comienzos del siglo XX.

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Creación de la Plaza

Durante el siglo XVIII el Concejo de Caravaca vio la necesidad de ampliar las dependencias de la Casa Consistorial. La construcción del nuevo Ayuntamiento en una zona urbana aún por desarrollar permitió la creación, no sólo del edificio, sino de una plaza.

Debemos tener en cuenta que durante el período barroco, que coincide con las monarquías absolutistas europeas, el desarrollo urbano de muchas ciudades partía siempre de la creación de plazas. Estos ámbitos arquitectónicos abiertos de las ciudades, dominados generalmente por algún edificio de carácter estatal o administrativo, venían a recordar y enfatizar la centralidad de los poderes públicos y, como venía siendo habitual a lo largo de los siglos, seguían concentrando parte de la actividad económica y social de las ciudades.

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Diferentes nombres de la Plaza

La plaza del Ayuntamiento de Caravaca ha visto su nombre cambiado a lo largo de los siglos, coincidiendo casi siempre con períodos histórico de relevancia política. Así, antes de ser Plaza del Ayuntamiento, se conoció como Plaza de la Constitución (la de 1812), Plaza Isabel II, Plaza de José Antonio o, con exacta referencia a uno de sus puntos arquitectónicos, Plaza del Arco.

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Mercado del Peregrino mes de mayo «Juegos Tradicionales»

Mercado del Peregrino Mayo

El domingo 21 de mayo en la calle Corredera de Caravaca de la Cruz de 10:00 a 14:30 horas se celebrará el tradicional mercado del peregrino. Este mes la temática del mercado nos recordará a nuestra infancia puesto que está dedicado a los juegos tradicionales.

Este Mercado reúne a artesanos de nuestra zona, los cuales exponen y venden los productos que ellos mismos elaboran.

Los visitantes podrán tener un agradable encuentro con esos artesanos que ofrecen lo mejor de sus oficios y tradiciones puesto al servicio de la alimentación, el regalo y la decoración; siempre con ese toque de exclusividad que dan las manos artesanas.
Se realizan variadas demostraciones artesanas, degustaciones gastronómicas y animaciones para pequeños y grandes.

 

El accidentado viaje de fray Julián de Ávila y fray Antonio Gaytán a Caravaca en 1575

Compartimos este artículo del archivero municipal, D. Francisco Fernández García, por lo divertido de la anécdota y lo esclarecedor acerca de la naturaleza de las largas «peregrinaciones», debido lo recóndito de nuestra Ciudad, en que se convertía viajar a Caravaca durante muchos siglos.

El accidentado viaje de fray Julián de Ávila y fray Antonio Gaytán a Caravaca en 1575

La historia del antiguo convento carmelita de San José que fundará Santa Teresa allá por el año 1575 está llena de episodios memorables que demuestran el enorme esfuerzo que requirió el establecimiento de las carmelitas reformadas en nuestra ciudad y las dificultades para su mantenimiento y continuidad, pues no hay que olvidar que a finales de 1663, antes de que se cumpliera el primer siglo de su llegada, la orden decidió el cierre del convento caravaqueño y su traslado a la villa toledana de Madridejos. La medida no llegó nunca a llevarse a cabo ya que el concejo de Caravaca se opuso con todos los medios a su alcance a tal pretensión por considerarla perjudicial para la villa y sus vecinos y contraria a las cláusulas contenidas en el contrato de fundación de dicho convento, llegando incuso a comisionar a un regidor para que se entrevistase con el Nuncio del Papa en nuestro país y le expusiese el asunto, pudiendo hacerlo asimismo ante cualquier otro tribunal y audiencia que se estimase oportuno, según se detalla en la carta de poder expedida al efecto.

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No voy a tratar el interesantísimo tema de la fundación caravaqueña por haberlo hecho en ocasiones anteriores, sino que me voy a centrar en un anecdótico suceso que tuvo lugar durante los preliminares de la fundación, cuando la orden negociaba con algunos vecinos de la villa la financiación de la misma y que ejemplifica las dificultades y desprotección que sufrían los viajeros en esa época, así como el mal estado de los caminos, sirviendo asimismo como retrato costumbrista del mal trance que sufrieron dos frailes carmelitas, los padres  Julián de Ávila y Antonio Gaytán, cuando recibieron de la madre Teresa el encargo de marchar a Caravaca. Inicialmente fue la propia Teresa de Jesús la que iba a viajar personalmente a nuestra ciudad para formalizar la fundación; no obstante, al ser advertida de las dificultades del viaje, cambio sus planes enviando en su lugar a los referidos frailes, que gozaban de su plena confianza y que fueron, a lo largo de su vida, eficaces colaboradores en la misión reformadora de la santa carmelita.
No conozco mucho acerca de estos personajes, aunque sé que el padre Gaytán viajó en varias ocasiones más a nuestra, siendo él, en mi opinión, el portador en otro viaje posterior de la célebre carta de Santa Teresa conservada en el Archivo Municipal de nuestra ciudad, no ocurriendo lo mismo con el padre Julián de Ávila puesto que, al parecer, esa fue la única ocasión que estuvo en Caravaca. Sin embargo es gracias a este último al que debemos el conocimiento de este suceso, ya que aparece relatado en el libro biográfico escrito por este religioso publicado por primera vez en 1881 con el título “Vida de Santa Teresa de Jesús”. Fray Julián de Ávila fue el primer capellán de santa y fue también uno de los que se encontraban presentes cuando, apenas transcurrido un año de su fallecimiento de Santa Teresa se exhumaron sus restos de su primitivo enterramiento en el convento de Alba de Tormes para su traslado al de San José de Ávila, momento en el que se le cortó un brazo al cadáver para dejarlo como reliquia en esa comunidad. Sin embargo, gracias a la influencia del Duque de Alba, un año después los restos regresaron a su primitivo emplazamiento, donde reposan en la actualidad. Por su parte, la reliquia incorrupta de su brazo tuvo una azarosa historia, llegando incluso a estar durante algunos años, en tiempos del dictador Franco, en la capilla del Palacio de El Pardo, época en la que viajó a muchas ciudades españolas, entre ellas Caravaca.

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Los padres Julián de Ávila y Antonio Gaytán recibieron el encargo de Santa Teresa de viajar a Caravaca para comprobar si los ofrecimientos para la fundación realizados por el hidalgo caravaqueño Rodrigo de Moya eran fiables y, en consecuencia, podían seguir los trámites para la misma. Tras comprobar la seriedad de la oferta, el 10 de marzo de 1575 se formalizó la escritura de donación, regresando seguidamente ambos a Beas, donde se encontraba la Madre Teresa. Aunque el relato no tiene fecha, a tenor de lo anteriormente expuesto, podemos conjeturar que el viaje tuvo que producirse en los crudos días invernales del mes febrero del referido año de 1575: “En la ida y en la venida se paso mucho trabajo de nieves y otros infortunios, que si todo se hubiera de contar no acabaramos tan ahina, pero lo que pasamos a la entrada de Caravaca no lo dejare de descir”.
El relato de la última etapa de este viaje se inicia en Moratalla, a donde llegaron los dos religiosos al anochecer y muy cansados “porque habiamos andado aquel dia muy larga jornada”, por lo que buscaron acomodo en una única posada que existía, como se encontraba completa, “había tanta gente, que no habia donde nos revolver”, decidieron buscar un guía y realizar el camino a pesar de lo avanzado de la noche. Emprendieron así la marcha pensando que alcanzarían su destino en un par de horas; al poco de iniciar el camino comenzó a llover y en la oscuridad de la noche observaron el comportamiento dubitativo del guía, preguntándole si se había perdido, a lo que este contestó afirmativamente: “Cuanto tal oimos, y viendonos por caminos no andaderos, no quiero descir los que dijimos”. La equivocación del guía provocó una discusión entre los dos religiosos, culpando el padre Gaytan al padre Julián del despiste por entretenerlo con oraciones y prédicas, cesando la discusión al comprobar el estado de embriaguez del guía, siendo esta la causa del extravío, por lo que decidieron continuar solos el desconocido camino en la oscuridad de la noche. Al fin llegaron a un lugar desde donde divisaron en lo alto de una cuesta la hoguera de un pastor, “dímosle voces que nos enseñase el camino y el, por no bajar, dijonos <<Por aquí, por aca>>, de suerte que nos tornamos a perder”. No consiguieron regresar al lugar donde estaba el pastor para volver a preguntarle por lo que decidieron buscar “algun cabo abrigado donde estar fasta la mañana”, pero no encontraron ninguno a propósito, por lo que optaron por continuar la marcha a pesar de lo perdidos que se encontraban: “Ni sabiamos si volviamos atrás, ni si ibamos adelante”. Finalmente se encontraron con un hombre, experimentando un gran alivio al sentirse salvados, pero resulto ser el guía que habían despedido, que andaba igualmente perdido. El enfado que cogieron fue tan grande que rechazaron su compañía y continuaron solos, hasta que poco antes de amanecer oyeron los ladridos de unos perros que les indicaron la dirección que debían seguir, relatando de este modo su llegada a nuestra ciudad: “Al cabo de ir muy cansados de andar, tan mal a veces, oimos ruido de perros, y como entendiamos que cierto lo eran, con mas buena atención los oiamos que la mejor musica que en el mundo pudieramos oir. Ansi que, yendonos andando hacia do los perros ladraban, cierto que topamos con las paredes del lugar, y no le veiamos según hacia de oscuro. A la primera casa preguntamos al que estaba durmiendo en su casa, que le debimos despertar a voces, diciendo ¿Cómo se llama el luga? Cuando el respondio que Caravaca, volviosenos el alma al cuerpo, y del trabajo pasado no haciamos ya caudal, aunque no dejabamos de tratar quen cara-vaca nos habia sido. Abrieronnos en una posada, y estuvimos aguardando el dia, que le faltaba poco para venir”.
Como ya queda dicho los referidos frailes se hospedaron en la casa de don Álvaro de Moya, permaneciendo en nuestra ciudad hasta la conclusión de su cometido, regresando a continuación a Beas para darle cumplida información tanto de las negociaciones seguidas como de la buena impresión que les causó nuestra ciudad, sin olvidar, eso si, los inconvenientes del viaje, como la propia Santa Teresa recoge en su libro de las fundaciones: “antes que se vinieron dejaron hechas las escrituras, y se vinieron dejándolas muy contentas; y ellos lo vinieron tanto de ellas y de la tierra, que no acababan de decirlo, también como del mal camino”.

Francisco Fernández García
Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz