Cuenta la leyenda que un moro de Valencia, nombrado por los cristianos Ceyt Abucéyt, resolvió trasladarse, con familia y corte, al murado castillo de Caravaca, fortaleza con mazmorras en las que se hacinaban cautivos cristianos.
Cuentan, que por llevar a estos consuelo e intentar la evangelización de sus captores, se puso en camino desde Cuenca el clérigo Ginés Pérez Chirinos, más al llegar fue apresado también.
Cavilaba el rey de Valencia qué hacer con los cautivos y resolvió ponerlos a trabajar en sus oficios. Cuando el rey tuvo en su presencia a Ginés Pérez Chirinos e inquirió sus habilidades, el sacerdote le reveló el sagrado ministerio al que había entregado su existencia.
Entre curioso y escéptico, pidió Ceyt Abuceyt al buen cura ejercitar en su presencia el divino oficio, a lo que Chirinos se opuso, ya que no tenía los ornamentos exigidos por la liturgia. El rey no desistió en su curiosidad y decidió mandar emisarios a Cuenca para que trajeran los ornamentos necesarios.
Una mañana, ya revestido, el sacerdote se disponía a comenzar la misa y advirtió que faltaba la Cruz, en ese momento todos los presentes pudieron ver la aparición de dos ángeles portando la Cruz, que más tarde, se comprobó procedía del Patriarca Roberto de Jerusalén. En ese momento, Ceyt Abuceyt vio que era santa la ley de los cristianos e tornose cristiano él y sus vasallos, aquellos que lo quisieron facer. Recordemos, que el converso tomó por nombre D. Vicente de Belvis, recibidas las aguas del bautismo.
Autor.- Juan García Abellán.