En nuestra ciudad una de sus principales avenidas lleva el nombre de Maruja Garrido. ¿Saben quién es esta gran artista, ya retirada, nacida en Caravaca de la Cruz en los difíciles años cuarenta, los tiempos de la postguerra? Maruja Garrido fue la artista que transformó en su día la rumba en una fuerza de la naturaleza. De esencia flamenca, como corresponde a su herencia: su padre, El Niño de Levante, acompañaba cantando a la mismísima Carmen Amaya. Trasladada a Barcelona forma con su hermana el dúo “Las Cartageneras”, que bautizaría Juanito Valderrama. Posteriormente, ya en solitario, fue la reina del tablao Los Tarantos.
En los años 60, en el subsuelo de la entonces Plaza Real de Barcelona, los marineros americanos venían a escuchar jazz al Jamboree. En el mismo edificio, justo arriba, durante más de dos décadas erigió su templo la más racial musa de Salvador Dalí, su adorada Maruja Garrido.
En youtube circula un vídeo que deja atónito a quien lo ve: un helicóptero sobrevuela Barcelona, aterriza junto al Arc del Triomf y una racial rumbera desciende de él para cantarle ‘Es mi hombre’ al mismísimo Salvador Dalí. Se grabó en 1971, como guinda de un programa televisivo titulado ‘A la española’, dirigido por Valerio Lazarov que tuvo gran impacto internacional. He aquí el link del citado video para los que estén interesados en él: https://www.youtube.com/watch?v=5SqwNrRTet4
A continuación os dejamos aquí un interesante artículo de Fco. Fernández aparecido en El Noroeste para que conozcamos mejor a esta gran artista.
El nombre de Maruja Garrido figura por derecho propio en un lugar de privilegio en la historia de la música popular española. De los orígenes más humildes a la cumbre de la fama, todo un ejemplo de constancia y superación, que explica el éxito de una carrera basada en el trabajo, la constancia y el sacrificio, pero también en el arte, porque Maruja es artista por los 4 costados. Duende, feeling, temperamento y emoción… A Maruja Garrido la llamaron con toda razón «la voz de fuego», su personalísimo estilo rompió el panorama musical español de finales de los 60 y fue la precursora y máxima representante de lo que se vino a llamar «flamenco pop». Tras casi dos décadas de retiro Maruja Garrido ha vuelto a grabar y a subirse a los escenarios, aprovechamos la ocasión para proponerle un recorrido por su biografía que rápidamente aceptó con su habitual simpatía y amabilidad. Fruto de esa conversación es esta entrevista en la que Maruja Garrido relata su peripecia vital y artística; vivencias y anécdotas que comienzan en Caravaca en la ya lejana posguerra Nací en 1942 en Caravaca, mi padre era de Cartagena y mi madre de Caravaca. Mi padre era un cantaor buenísimo, «Niño de Levante», se vino a Barcelona de polizón y aquí conoció a los mejores cantaores. Conoció a Carmen Amaya cuando ella tenía 17 años y vivía en una barraca en la playa del Somorrostro, formaron pareja y actuaban en casas de vinos, hizo con ella la película «María de la O». Luego no sé qué pasó, creo que vino mi abuelo a buscarlo y se lo llevaron a Cartagena. Mi padre conoció a mi madre con 18 años en la Feria de Murcia y se casaron. La familia de madre era de Caravaca, mi abuelo, mi bisabuelo, ya no quedará nadie, pero preguntabas por «Antonio el gitano» y todo el mundo lo conocía.
En aquellas fechas no pasábamos hambre. Mi abuela vivía en la Calle Canaca, un poco más arriba de la Calle Argelico, donde vivía yo. Vendía por las calles de Moratalla y de Cehegín y cuando pasaba con el carro, me acuerdo que la mula solo tenía un ojo, nos dejaba un saco de patatas, una botella de aceite, garbanzos, habichuelas… ¿Cuándo pasé hambre? Cuando mis abuelos se murieron.
Mi padre enfermó de tifus y nos fuimos a una casa por la Plaza de Toros para abajo. Tenía una habitación grandísima arriba, pero con la enfermedad, mi madre tuvo que venderla. Se fue por todos los alrededores y, arriba de la Plaza de Toros había una cueva, no tenía puerta ni nada, una cueva para los pastores que iban con las cabras y se metían dentro para que no les diera el sol, de 2 metros cuadrados. Mi madre vio aquello, cogió a los 6 hijos y nos metió en la cueva. Cuando se iba a trabajar yo me quedaba con mis hermanos, cogía el colchón y una manta, la que más picaba del mundo, sin sabanas ni nada, y me los sacaba a la replaceta que había fuera, porque creía que la cueva se iba a venir abajo y me los iba a matar. Nos poníamos en el colchón, yo sentada y ellos durmiendo, y de vez en cuando los contaba para saber si estaban todos. Cuando volví allí no veas la «panzá» de llorar que me di. Mi madre venía a las 8 o las 9 de la noche, se metía en una especie de cocina que teníamos en la puerta, cogía unos palos y hacía sopa o lo que fuera, comíamos y otra vez las 8 personas al colchón, mis padres a los lados y los 6 hijos en medio. Eso lo he vivido yo, pero te digo una cosa, si volviera a nacer, todo lo que he hecho y he pasado lo volvería a hacer.
Éramos 8 hermanos, pero se murieron 2 mellizos. Al morir mis abuelos, mi madre se bajó con sus 6 hijos a Alcantarilla, porque allí vivían sus hermanos. Estaba desesperada porque no se ganaba la vida, no había trabajo y era difícil dar a 6 hijos de comer, pero te digo una cosa, desde que eran pequeños mis hermanos saben leer y escribir; mi madre, gitana, se empeñó en que aprendieran y ¿quién aprendió tarde? Yo, porque yo los llevaba y los traía y no pude ir al colegio. Aprendí de mayor, pero como he corrido tanto mundo, he hecho carrera y carretera. No te olvides de la frase. Nos marchamos de Caravaca cuando tenía 8 años.
¿Cómo fueron tus principios en la música?
A mi hermana pequeña, con 14 años se la llevó su novio y claro, tuvimos que ir a Madrid para casarla, registrarla es la palabra gitana. Nos fuimos en un coche malísimo, conduciendo mi padre. Se gastaron 1.000 o 2.000 pesetas de aquellas y no teníamos dinero para bajar. Yo no quería ser artista, porque creía que las artistas eran un poco golfas, pero mi padre nos ponía siempre a mi hermana y a mí a Carmen Amaya como ejemplo. Carmen era muy decente y siempre ayudó a su familia. Como no teníamos dinero para volver, mi padre se fue a la Cafetería Carretas, enfrente del Teatro Calderón, donde iban empresarios a buscar artistas y allí estaba el marido de Amalia Román, que era una bailaora de Sevilla muy buena. El tocaba la guitarra y llevaba también a un sobrino de Rafael Farina, que se llamaba «Caraestaca», un bailaor fenomenal, con una fuerza en los pies, y sordomudo, y no se iba el compás. Buscaba una niña para que bailara, que era yo, y una cantaora, que era mi hermana. Mi padre le dijo: «Mis niñas están empezando, no son artistas, pero de compás siempre han estado pasadas».
Así nos salió el primer contrato para actuar en «El Corral de la Morería». Allí empecé los primeros pasitos, sentada en el cuadro. Había unos artistas fenomenales, la primera mujer de «El Pescailla», Dolores Amaya, y Dolores de Córdoba, que era una maravilla. El cuadro es una academia, aprendes un montón, como hay tanta bailaora tienes que estar pendiente cuando cortan, cuando no y, claro, de eso se aprende mucho. A mí me contrató Amalia Román por las palmas que llevaba en el aire. Las palmas no son tan fáciles, son 3 cosas: ritmo, velocidad y compás.
Un momento clave en tu vida artística y personal fue tu llegada a Barcelona, al tablao «los Tarantos»
Llegamos en 1964, el local lo había inaugurado Antonio Gades en el 60, pero a los 3 ó 4 años le llegó un contrato para la Feria de Nueva York ganando una millonada en dólares y se fue. Entonces, el bailaor que llevaba Gades, el «Caldera de Salamanca» hermano de Rafael Farina, le dijo a mi marido que fuese a Madrid a buscar artistas y le dio la dirección de un representante de Sevilla, pero mi marido donde fue, lo que son las cosas de la vida, fue al «Corral de la Morería» y allí estábamos mi hermana y yo en el cuadro. Él a quien contrató fue a Amalia Román, que bailaba que era un fenómeno. Nosotras no éramos nada, mi hermana ha cantado mejor que yo, siempre lo he dicho, cantaba con un tono de «La Paquera de Jerez» al siete por medio. Mi hermana canta mejor, pero yo soy artista, una cosa es cantar bien y otra ser artista. Nos llamábamos «Las Hermanas Garrido. Las Cartageneras», el nombre nos lo puso Juanito Valderrama.
Empezaste como bailaora, pero después te hiciste cantante
Verás, el catalán no estaba preparado para el flamenco. En el cuadro nos matábamos para que la gente saliera contenta, pero como aquí se habla mucho no nos prestaban atención. Un día le dije al guitarrista: «Salva, vuelve a la guitarra que voy a cantar», me salió de dentro y dice: «¿Qué tono?». Y yo: «No me digas tono, porque no sé qué tono, que es la primera vez que voy a hacerlo». Me puso el tono y yo hice la canción. Se quedaron mudos, porque lo llevaba dentro, creo que cantaba más fuerte para que se callaran, como si me peleara con ellos. El encargado, que era un cantaor que se llamaba Blas y había trabajado con Carmen Amaya, fue a buscar a mi marido y le dijo «Suba usted, señor Roselló, porque la mayor de las dos hermanas está cantando». «¿Pues no baila?». «Pero está cantando». Subió, se escondió, me vio de incógnito; al terminar le dijo: «Esta chica que cante todos los días». Y además se lo dije, a los 5 años de estar casado con él: «Tú nada más que te enamoraste del negocio», y me contestó «La verdad que sí María». Y ya está, allí empecé a cantar y a grabar discos.
Me ayudó mucho el ser bailaora. Yo metía los pies bailando y cuando terminaba, cantaba. Eso es muy difícil, me lo decía Lola Flores: «Piensa que estás empezando María, lo más difícil del mundo es cantar y bailar». Y es verdad porque el corazón se te sale cuando tienes que cantar otra vez, y bailar. Mi marido era el dueño de «Los Tarantos» y tenía también debajo una cava de jazz, el «Jamboree», no veas los artistas que trajo. Fue el primer empresario español que trajo a Ella Fitzgerald y a Duke Ellington al Palacio de la Música y se quedó gente en la calle. Estaba todo el tiempo en el «Jamboree» y no subía casi nunca al tablao porque no era muy amante del flamenco, que yo lo conocí cuando llevaba 3 ó 4 meses trabajando. Todos los actores y artistas que venían a Barcelona pasaban por allí, porque trabajábamos con los hoteles, mi marido les daba una comisión y eso atraía mucho público, porque vivíamos de eso y en los hoteles había un cartel con «Tablao Flamenco Los Tarantos con Maruja Garrido», y la gente venía de verdad, trabajamos mucho en «Los Tarantos».
Fuiste la precursora del «flamenco-pop», pero ¿Cómo definirías tu estilo?
Me acuerdo de un afiche que trajo mi padre, todavía estaba en Caravaca, tendría 6 ó 7 años, que venían Manolo Caracol y Lola Flores al teatro. Era como si él le estuviera pegando, y ella como asustada y él metiéndole la mano en el pelo. El afiche se me quedó grabado y desde ese momento siempre he sido admiradora de Lola Flores, pero Lola no había más que una. Yo cuando empecé a cantar no me quería parecer a ella, a mi me encantaba como artista ¿Qué no cantaba? Pues tal vez no. ¿Qué no bailaba? Pues tal vez no, pero ¿qué tenía Lola? Artista. Cuando salía acababa con el mundo. Cuando venía Lola a Barcelona iba a «Los Tarantos» a verme. Una vez que fui a Madrid a grabar un disco con los maestros Solano y Quiroga, Juan Solano me dijo: «La admiradora más grande que tú tienes se llama Lola Flores». Digo: «¿Lola Flores admiradora mía?» Me di una «panzá» de llorar ¿Qué fuera admiradora mía? Me contó que le había dicho que «En Barcelona hay una niña que canta y baila como yo, pero que no se me parece en nada». Para mí fue un honor grande, un orgullo muy grande que Lola fuera admiradora mía, porque yo no quería parecerme a ella, yo quería hacer una cosa mía. Los aprendices de artistas buenos no llegan a nada. Lola no había más que una y no saldrá otra.
Uno de los episodios más conocidos de tu carrera fue tu relación con Salvador Dalí y la presentación que te hizo en el Olimpia de Paris
Cada vez que venía Dalí a Barcelona hacía una reserva en «Los Tarantos» de 14 ó 15 personas, siempre en primera fila. Nunca pagaba ni un duro, no llevaba dinero encima nunca, el más roñoso del mundo. Yo siempre le dedicaba canciones, entonces él se levantaba, me besaba la mano; cuando terminaba le daba las gracias, me sentaba con él. Y así empezó la amistad. A mí me firmaron una gala en el Olimpia de Paris, el día antes me invitó la princesa Margarita de Dinamarca al palacete que tenía en París y allí estaba el señor Dalí, cuando me vio me dijo: «Hola María ¿Qué haces tú en Paris?» «Mire usted, señor Dalí, mañana trabajo en el Olimpia». «Quién te presenta?» «Nadie». «¿Cómo que nadie? Te presento yo». Y le digo «bueno, pues vale». Me dijo «No te preocupes, que yo ya sé lo que tengo que hacer». Al día siguiente estaba una hora antes de que empezara, con su mujer Gala y 3 ó 4 invitados. Me hizo la presentación en francés y la gente en pié. Yo solo tenía una gala, eso era lo habitual. Al terminar el dueño estuvo media hora esperando en el pasillo de los camerinos para verme y ofrecerme un mes de contrato. He sido la única española con un mes de contrato en el Olimpia. Al terminar nos fuimos al hotel de Dalí para darle las gracias por lo que había hecho. Iba con mi marido a todos los sitios; sola, jamás. Como sabía 6 idiomas le pedí que me enseñara unas palabras en francés para dar las gracias. ¿Sabes lo que me dijo?: «Cuando se habla en inglés, francés o alemán se dicen las mismas tonterías. El arte, María, no tiene fronteras». Pero algo tenía que hacer, cogí la canción de Edith Piaf «Es mi hombre» y la hice a mi manera. No veas el éxito que tuve, la gente me pedía autógrafos en las calles de París. Me acuerdo que le dijo Dalí a mi marido, fíjate los dos catalanes, con la Tramontana: «Joan, cuando termine María que saque la bandera española». Y yo la saqué y ni un pitido, ni nada. Tengo unas críticas extraordinarias de eso. Para agradecérselo lo invitamos a comer en el Maxim, iba con Gala y un invitado y nos costó la comida 100.000 pts. Pero hice un gran descubrimiento, aunque yo no he bebido en la vida, probé lo que estaban bebiendo y le dije a mi marido: «¿Joan, esto qué es?». «Champán», me contestó. «No puede ser champán, porque me sienta como un tiro». «María, este es francés». «Qué bien me está sentando, cómprame una botella cuando lleguemos a casa». Don Perignon, eh. Y desde entonces todas las navidades me compro una botella y como a mis hermanas a ninguna les gusta les digo: «Beber vino, vosotras beber vino y el champán dejármelo a mí, que me sienta muy bien».
Trabajé con Charles Aznavour y Liza Minnelli, y también hice radio con ellos. Al terminar me firmaron otro contrato de un mes en la Torre Eiffel, en el primer piso. Después trabajé en el Casino de Cannes, donde conocí a Paul McCartney, de Los Beatles. Te puedo contar del mundo que he conocido, Méjico, Argentina, toda Europa, en Italia me dieron la «Ninfa de Oro». De verdad, ahora que estoy retirada me doy cuenta del mundo que he recorrido.
A lo largo de tu carrera has cantado, con gran éxito de crítica y público, en casi todos los continentes y también participaste en las Embajadas Artísticas de Navidad para los trabajadores españoles en Europa
Los emigrantes nos recibían llorando. Los teatros de bote en bote. Pobrecitos, eran emigrantes, trabajadores. En Alemania se mataban con los españoles por lo bien que trabajaban y lo trabajadores que eran. Me acuerdo un fin de año en México que pusieron el disco «Adiós mi España querida» por Juanito Valderrama y allí llorábamos todo el mundo, porque cuando cruzas la frontera te das cuenta de que el país que tenemos es una maravilla. Estas personas que estaban trabajando fuera muchos años se emocionaban mucho, llorando, te invitaban a sus casas a comer, no te lo puedes imaginar. Estoy muy orgullosa de eso, te lo juro de verdad.
Es cierto que te prohibieron actuar en una fiesta del General Franco
Fue por la canción «Che camino». Yo la grabé porque me gustó, no por nada político. Me la enseñaron, la escuché, la canción es muy bonita. Tenía que ir a una fiesta de las que daba Franco en su palacio, pero se enteraron de la canción y ya no quisieron que fuera.
Has recibido infinidad de premios y reconocimientos nacionales e internacionales, como el «Olé de la Canción» de Radio Nacional de España o el «Popular del Año» del Diario Pueblo, pero sé que sientes un cariño especial por el «Laurel de Oro» y por una Cruz de Caravaca que te regalaron para celebrar tus primeros 10 años en «los Tarantos»
Si, la Casa de Madrid. La tengo todavía, pero no me la pongo porque tengo miedo. La tengo en una caja en el banco. Preciosa de verdad, la «panzá» de llorar que me di cuando la vi. Aunque también tengo la grande, que mi abuela me acuerdo la tenía siempre detrás de la puerta. Y cuando fui a Caravaca compré una en el castillo y la tengo detrás de la puerta. Y no ha entrado ningún ladrón, porque acaba con ellos. Cuando vaya compraré 2 ó 3 para unas amigas que también la quieren, pero bendecidas ¿sabes?
En diciembre de 1976 recibiste el homenaje de tus paisanos imponiéndole tu nombre a una calle y también realizaste una actuación benéfica para la creación del Centro Comarcal de Educación Especial
¿Cómo están los niños del colegio? No puedo hablar de ellos porque me pongo fatal. Qué cariñosos, como me decían madrina. Estoy orgullosa de esto, también de la calle, pero del detalle que tuvo mi marido. Antonio Medina, seguía siempre mis pasos y se puso en contacto con mi marido en «Los Tarantos», le dijo que habían 33 niños discapacitados que no tenían colegio, de Caravaca, Moratalla y Cehegín. Mi marido tenía un corazón de oro y habló conmigo, le propuse hacer una actuación y destinar la recaudación al colegio. Mi marido dijo «Adelante María. Lo haremos». Cogimos un autocar con los artistas y nos vinimos. Lo pagamos todo nosotros y todo lo que se recaudó fue para el colegio, para esos niños y estoy orgullosa de haberlo hecho por ellos. Pero orgullosísima y de Caravaca, lo he dicho siempre, de Caravaca. Soy de Caravaca, Murcia, el pueblo más hermoso del mundo y a mucha honra.
Tu discografía y repertorio son amplísimos y variados, desde rancheras a rumbas, con canciones tan especiales como «El Bardo», «Es mi hombre», «Adoro», «La noche azul», «Me muero, me muero», «Contigo aprendí» o «Mi amigo», por citar algunas, ¿Cuáles son tus preferidas?
Tengo muchos discos grabados, con La Voz de su Amo, la Belter, pero preciosidades ¿sabes lo que pasa? Que a mí me gustaban las canciones que yo veía preciosas, como «Extraños en la noche», no entendía la letra, pero la voz de Frank Sinatra me encantó, y fui la primera artista que la grabé en flamenco.
Una vez que vino Antonio Machín a Barcelona fue a «Los Tarantos» a verme. Al terminar estaba mi madre esperándonos a mi hermana y a mí en la puerta, con un frío que hacía, y le oyó decir: «Esta niña que ha cantado ¿quién es? ¿Con quién puedo hablar yo?». Le contestó: «Es mi hija», y Machín dijo a su mujer «Mira Angelita, la gallina de los huevos de oro». Le preguntó cómo podía hacer para mandarme una canción que no tenía explotada para que la cantara. Le dio la dirección y me mandó la letra y música de «El Bardo». Tuvo mucho éxito, me la pedían mucho.
Mis canciones preferidas son las que siento la letra, que yo viva las letras. Me gustan las canciones mejicanas, que tienen unas letras preciosas. A mí me gusta que la canción yo la sienta, sienta la letra, como la que te dicho, «El Bardo», que cada vez que la canto me pongo fatal. Ahora, las letras de ritmo son otra cosa, porque como bailo, pero las otras que son más lentas, que yo las sienta, son las canciones que a mí me van. Me gusta muchísimo un disco que grabé con el maestro Solano, cantando «La Lola se va por los mares» y otra canción suya «No me castigues mi niño celoso», preciosa. Y dos canciones que hizo Juan Pardo para mí: «Y qué me importa» y «Dicen que bebo», preciosas.
A finales de los 80, cuando estabas en lo más alto de tu carrera decides retirarte
Cuando conocí a mi marido tenía 22 años. Pasé 45 a su lado. Yo jamás tuve un novio, ni amantes, que te voy a decir. En aquella época te tocaba un hombre un brazo y tenias que casarte con él. Ahora me río de todas estas cosas, respetándolas, pero me río. Para mí fue el único hombre en mi vida, me llevaba 15 años, ahora golfo, un numero 1, porque te digo una cosa, la mujer que crea que tiene un santo de marido está muy equivocada. Te quieren con locura, pero cuando ven a otras mujeres las devoran con la mirada. Ahora, el mundo sin hombres, tampoco sería mundo.
El se retiró cuando cumplió 65 años. El negocio tenía que dejarlo, yo en aquellas fechas no tenía todavía los 50 y dije, vamos a ver, yo no tengo hijos, para comer no nos faltaba, me tenía que ir y volver al tablao sola, que tardaba más de media hora, y dejarlo solo a él, lo mejor que puedo hacer es retirarme. Me dijo que iba a pasarlo muy mal y efectivamente que lo pase mal, muy mal, porque llevaba ya casi 40 años de artista y cortar de la noche al día fue duro. Yo me subía al tablao y me tiraba 2 horas sin parar, una canción tras otra. Lo pase fatal, me iba al balcón con una ansiedad. Un año me dijo que volviera a cantar otra vez, pero no, yo ya no quería cantar, ya me había acostumbrado.
Yo había corrido el mundo, pero con 14 personas en la compañía, no pude ver nada, no disfrutaba porque siempre estaba pendiente de todos. Yo vivía para ellos porque eran una gente maravillosa, cuando yo salía daban la vida, se mataban por mí. Yo iba a los mismos hoteles y a los mismos restaurantes que ellos, porque también eran mi familia. ¿Cuándo disfruté yo? Cuando dejamos el negocio. Fuimos al Cañón del Colorado, San Francisco, Las Vegas, Nueva York, las cataratas del Niágara. Cogimos un barco por el Amazonas, a Río de Janeiro… Pues bueno, eso es lo que se ha llevado mi marido, y yo también. Hay que aprovechar el minuto de la vida, sí que lo pasé mal, pero estoy muy contenta de hacer lo que hice. Y por esto me retiré, por amor. Si no estás enamorada esto no puedes hacerlo.
Cuando murió mi marido, dejé la casa que tenía en el pueblo, en Caldas, y me vine con mis hermanas a Barcelona. Entonces vivían mis padres y fue lo mejor que hice. Si me quedo allí no sé cómo estaría, con depresión seguro. Pero me ayuda mucho el carácter tan abierto que tengo.
Después de 18 años retirada, en mayo del año pasado volviste a los escenarios con «Rumba Surreal»
Fue en el Mercats de les Flors, se quedó gente en la calle, había 300 ó 400 personas, un teatro muy grande.
Ahora has grabado un nuevo disco, «El duende, la luz y la noche», editado por el sello Kasba, dentro del proyecto «Rumbacali»
Los gitanos catalanes llevan el ritmo en las venas, son fieras. Siempre lo he dicho, «Pescailla» era un fenómeno tocando la guitarra y cantando, lo que pasa es que Lola se lo tragó como artista ¿quién era «Pescailla» al lado de Lola? A mí me gustaba más que «Peret» de siempre, con esto no quiero decir que «Peret» no fuera buen artista, pero que a mí me gusta más «Pescailla». Un día coincidí con un amigo mío periodista, Toni Rovira con el que he hecho muchas cosas, tiene una televisión, que no es muy grande pero que se ve en muchos sitios, estaba con un músico gitano Sicus Carbonell, y me dice: «Tía (porque siempre me dice tía) me haría ilusión que hicieras un disco con «El Chacho», que es el que toca el piano, y «La Maña», que no canta, pero que es muy graciosa» y le respondí: «Pues sí, sí que me haría ilusión». Y lo grabamos. El disco es muy bonito, con unas rumbas preciosas. Esta ahora un poco parado porque al «Chacho» le han operado del corazón, pero fuimos a Madrid a presentarlo, a Zaragoza también, aquí hemos hecho mucha televisión con él, ahora teníamos galas, pero hemos tenido que parar. Me ha hecho mucha ilusión porque es muy bonito. Las canciones me las han hecho ellos a su manera, con los arreglos que hay ahora. La versión de «Es mi hombre» es preciosa.
Proyectos
Ahora voy a descansar, que hace mucho calor. Estamos mi hermanica y yo juntas, fíjate que llegamos juntas las dos con mi padre. Si me dicen que voy a acabar con ella salgo corriendo… Ella también lo ha pasado mal, porque es soltera y al morir mis padres se quedó sola, pero ahora estamos las dos juntas encantadas de la vida ¿con quién mejor?
Voy a ir a Caravaca con un sobrino, hijo de un hermano. Ahora no, cuando pase el veranico, porque hace tiempo que no voy y me gustaría mucho. ¿Quieres que te diga una cosa? Con todo lo que he pasado y he vivido, estoy muy orgullosa de ser de Caravaca, pero que muy orgullosa.