Que nadie se alarme, ya que este suceso aconteció en el siglo XVIII. Hoy nuestro blog de turismo va a versar precisamente
sobre ese suceso que afectó al castillo-santuario de Caravaca de la Cruz un 29 de septiembre, festividad de San Miguel, de 1772.
Este luctuoso evento nos lo cuenta Francisco Fernández García, que fuera archivero de la ciudad, en su libro Historias de Caravaca.
Pero vayamos al citado día. Hacia las 6 de la madrugada algunos vecinos observaron que salía humo del edificio y dieron la voz de alarma al tiempo que empezaron a tocar las campanas para alertar a la población y que ésta acudiera a sofocar el incendio. Al parecer éste se originó en un horno que existía en el patio del castillo prendiéndose la leña que se almacenaba junto a él. Se inició de noche pero no se pudo apreciar hasta la mañana cuando las llamas hicieron acto de presencia sobre los tejados. Al llegar al lugar del siniestro se comprobó que las zonas más afectadas eran el patio, el claustro y la casa del capellán. Éste no se percató del incendio hasta que fue alertado por los vecinos que acudieron a sofocarlo y al parecer tuvo que saltar por la ventana para salvar la vida. Dado el peligro que suponía que se extendiera el incendio al templo, por seguridad, se pensó que tanto la Cruz como sus alhajas fueran trasladadas a la parroquia de El Salvador y así se hizo. Sobre las doce de la mañana el incendio quedó controlado. Se cuenta también que durante el incendio tuvo lugar un hecho milagroso. Cuando el incendio parecía incontrolable un sacerdote que allí se encontraba cogió una reproducción de la Cruz de Caravaca de uno de los altares de la iglesia , y la arrojó al fuego. A partir de ese momento el fuego empezó a remitir.
Como dato curioso y para concluir este blog destacar que durante las obras de reconstrucción se sustituyeron las columnas de madera del claustro por otras de piedra que son las que podemos ver en la actualidad.
