Esta semana os voy a presentar a dos personajes muy queridos por todos los habitantes de Caravaca de la Cruz. Se trata del “Moro y el Cristiano”, un monumento realizado por el escultor valenciano recientemente fallecido, Rafael Pí Belda, hijo adoptivo de la ciudad. El conjunto escultórico de estilo neobarroco fue inaugurado en 1985. Estos dos personajes están ubicados en la plaza más emblemática de la ciudad, la Plaza del Arco, accedemos a ella por el arco que le da nombre desde el cual, ya antes de atravesarlo vemos enmarcadas en él, las dos figuras y al fondo la alta Torre del Campanario de la Parroquia de el Salvador. Visto desde este punto parece una preciosa postal.
Ellos son los que reciben y dan la bienvenida a todos los turistas y visitantes que llegan a la ciudad, deseosos de conocer su historia. Y nadie mejor que ellos para contarla, pues este par de esculturas son un fiel reflejo de lo que en otra época aconteció entre sus murallas.
En la Edad Media Caravaca era tierra fronteriza con el Reino Nazarí de Granada. Este hecho influyó en todos los sentidos la conformación de lo que hoy conocemos como Caravaca de la Cruz. Un lugar donde convivieron dos culturas totalmente diferentes entre sí dando paso a un marco de tolerancia y conformando un mundo de contrastes.
Si observamos el monumento nos damos cuenta de que el moro tiene una actitud de partida, se va de la ciudad con un armonioso movimiento cogiendo brioso su capa y adelantando el pie izquierdo. Se aleja para dejar paso al imponente guerrero cristiano que con un ademán firme y serio, apoyado sobre su espada lo ve marchar.
Por otro lado, la escultura también hace referencia y evoca las fiestas que cada año, del uno al cinco de mayo, se celebran en esta ciudad en honor a la Santísima y Vera Cruz y que están declaradas de INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL.