El Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz es un edificio barroco (siglo XVIII), que presenta un arco que da acceso a una plaza conocida precisamente como plaza del Arco. Obra en plano del conocido arquitecto Jaime Bort (que entre otros proyectos realizó el imafronte de la catedral de Murcia), su ejecución se debe realmente al maestro de obras caravaqueño Antonio del Campo.
En la Sala de Plenos del citado edificio puede verse un gran cuadro, en cuanto a sus dimensiones y calidad, copia de un original de Eduardo Rosales que actualmente se exhibe en el Museo del Prado (Madrid). El lienzo representa a la reina Isabel I de Castilla, que falleció en Medina del Campo en 1504, dictando su testamento en presencia de su esposo, Fernando II de Aragón, y de otros personajes de la Corte castellana. Esta pintura, dada sus dimensiones, se hace presente en los plenos del Ayuntamiento y llama pronto la atención de toda aquella persona que visita la susodicha sala Conozcamos algo más de esta pintura, de la obra original, que durante tantos años (la copia), por así decir, ha presidido (y aún lo hace), esta Sala tan importante en la vida política caravaqueña.
Aquí están sus datos, los del original, para el que quiera saber más de ella
Ficha técnica
Número de catálogo
P04625
Autor
Rosales Gallinas, Eduardo
Título
Doña Isabel la Católica dictando su testamento
Fecha
1864
Técnica
Óleo
Soporte
Lienzo
Dimensión
Alto: 287 cm.; Ancho: 398 cm.
Procedencia
Adquirido al autor, 1865; Museo de la Trinidad, 1865; Museo del Prado, 1872; Museo de Arte Moderno; Museo Español de Arte Contemporáneo, hasta 1971.
Descripción del motivo pintado
En la penumbra del dormitorio regio instalado en el Castillo de la Mota, la moribunda reina Isabel (1451-1504) aparece tendida en su lecho, cubierto con un dosel y rematado con el escudo de armas de Castilla. Recostada su cabeza sobre dos altos almohadones y tocada con su característico velo sujeto al pecho por un broche con la venera y cruz de Santiago, ordena con una indicación de su mano la escritura de su última voluntad, que dicta al escribano Gaspar de Gricio, sentado ante su pupitre, junto a la cama. A la izquierda, dando la espalda a un pequeño oratorio iluminado por una lamparilla de aceite, está sentado el abatido rey Fernando, con el rostro compungido, la mirada perdida y el pensamiento absorto, abandonado el peso de sus brazos sobre el sillón y apoyando los pies en un almohadón de terciopelo. En pie, junto a él, permanece su hija Juana, con las manos enlazadas y la mirada baja. Al extremo del lecho, acompañan a la reina en sus últimos momentos varios miembros de su Corte, encabezados por el cardenal Cisneros, vestido con la dignidad de su hábito, entre otros nobles. En la sombra del aposento asoman detrás del dosel los marqueses de Moya, fieles servidores de la soberana moribunda.
Doña Isabel la Católica dictando su testamento es posiblemente el cuadro más conocido del pintor purista español Eduardo Rosales. Esta pintura se sitúa dentro de la pintura de historia academicista del período romántico, resultando un estilo más realista que obras precedentes del autor. Sin duda es obra cumbre de la pintura de historia del siglo XIX. Rosales Invirtió en ella año y medio de trabajo y la presentó a la Exposición Nacional de Paris de 1864, donde sería premiado con una primera medalla, que supuso el reconocimiento de su autor en los círculos artísticos oficiales y una verdadera convulsión para los pintores españoles de su generación.
Como reconocimiento simbólico de su relevancia, cabe decir que fue la primera obra que se colgó, en presencia del Ministro de Cultura, el director del Museo y el presidente del Real Patronato, de la exposición Maestros modernos. Las colecciones del siglo XIX del Museo del Prado, con la que en 2007 se inauguró la ampliación de Moneo.