Este recorrido discurre sobre el Cerro del Castillo. Es el barrio más antiguo de la ciudad y se formó a partir de los siglos XII y XIII. El barrio medieval de Caravaca tiene una estructura irregular en la que se entrecruzan calles, se abren placetas y aparecen callejones sin salida. Estaba rodeado por una muralla de la que se conservan restos en algunas calles, las cuales guardan sorpresas a cada paso.
Que no se os escapen multitud de detalles que llenan fachadas, puertas, esquinas, rejas, balcones, calles, farolas, monumentos, etc. y que merecen la pena ir descubriendo a nuestro paso. Es interesante también fijarnos en los nombres de algunas de las calles, ya que dicen mucho de la actividad que se desarrolló allí en épocas pasadas.
Iniciamos el ascenso donde se encuentra la fortaleza, traspasando el símbolo umbral de la ya inexistente muralla medieval de la ciudad, por la llamada “Puerta de Santa Ana”, última que se demolió de la citada construcción defensiva en el año 1.801, según reza la lápida que e pede apreciar embutida en uno de los edificios que dejamos a la izquierda.
El trazado de la muralla discurría sobre las actuales calles de “El Carril”, “Plaza del Progreso”, “Esquina la Muerte”, “Plaza de José Antonio”, “María Girón” hasta su confluencia con “Andenes” y “Barbacana” para unir de nuevo con el “Carril”. Iniciado el ascenso, nos encontramos con el barrio Medieval, intramuros de la ya mencionada muralla que aislaba y protegía a la población de incursiones enemiga en tiempos, ya lejanos, de moros y cristianos.
El trazado urbano es aquí empinado y sinuoso. Las viviendas ordinarias se construían de ladrillo o adobe.
Las calles eran estrechas y los nombres recuerdan la gesta caravaqueña de la Aparición de la Cruz y de sus protagonistas “Ceyt-Abuceyt”, “Chirinos”, junto a otros nombres como “Barbacana” y “Aurora” (nombre este repetido en multitud de núcleos medievales).
En este entorno, no encontramos con la Iglesia de la Soledad, actualmente Museo Arqueológico. Fue la primera parroquia de la ciudad, reconstruyéndose en el siglo XVI. En su interior se exponen diversos materiales arqueológicos desde el Paleolítico hasta la Edad Media.
Seguimos subiendo y llegamos ante el monumento a los Caballos del Vino con los corredores en la acción de “hacer la carrera” y seguimos subiendo para visitar el recinto amurallado y la Basílica-Santuario.
Desde allí, tenemos una buena panorámica de la Plaza de Toros, la Ermita de la Reja, el Cerro Gordo y la Peñarrubia.
Si quieren rodear el recinto, tenemos una vista panorámica sobre parte de la huerta, zona industrial, Cehegín, etc. En los pinos de la ladera, las tórtolas turcas hacen sus nidos, mientras los vencejos vuelan sobre los torreones.
Llama la atención las piedras de la base de la muralla, lo que nos indica que aquí hay un cerro rocoso sobre el que se ha levantado la imponente mole del Santuario.
¡Os encantará!