‘Océanos pacíficos’, la introspectiva muestra del artista Tomy Ceballos (Caravaca de la Cruz, 1959) llega al claustro del ‘Convento de las Carmelitas’ desde el 15 de septiembre hasta el 12 de octubre. El horario será todos los días de 18:00 a 21:00.
Ceballos rehúye cualquier posible etiqueta, ya sea la de fotógrafo, escultor o pintor: «Me gusta la distinción que hace el castellano entre ser y estar, porque yo solo soy una persona, y estoy ‘fotógrafo’ cuando adopto una forma de sentir ligada a ese proceso. Yo no soy un fotógrafo, soy algo mucho más profundo; no soy fiel a ningún concepto».
Cuando se le pregunta por la orientación de la exhibición, él mismo remite al texto que escribió en el momento de presentarla. «Eso es lo mejor que puedo darte». «Ni siquiera yo podría explicarlo del todo». En esas palabras, el creador parte de la vastedad de la masa de agua que da nombre a la exposición para construir una serie de ejercicios casi derivados de un estado de trance: «Estas imágenes son gotas de lluvia que caen sobre océanos mojados y fabrican ondas concéntricas en mis aguas».
Ceballos encuentra imposible describir eso como algo más que un «sueño», un «pensamiento» que resulta más fácil desgranar desde fuera. Menos volátil es el formato: las imágenes (metro y medio de alto por metro de ancho) se han ido conservando en el disco duro del ordenador desde que empezó a trabajar en la primera de ellas, allá por 2005.
Esculturas en 3D
Para dar forma a sus ‘Océanos Pacíficos’, el artista se ha situado «al otro lado del espejo», dando forma a esculturas virtuales, matizándolas mediante modelado 3D y, finalmente, fotografiándolas desde dentro del propio ordenador. Las capturas resultantes pueden adquirirse por precios entre los 300 y los 1.000 euros, muy alejados de los precios elevados que llegó a alcanzar la obra de Ceballos en otras épocas.
Achaca la adopción de este método a la crisis económica, pero también a la mejora de las computadoras. Trabajar con modelos virtuales le ha supuesto un ahorro en los químicos y papeles que encarecen la fotografía tradicional. Además, asegura que «resultaba más fácil trabajar en el ordenador y, de alguna manera, pasé de ser fotógrafo a fotólogo».
En su obra anterior había un componente de accidente, de espontaneidad, que aquí se ha eliminado. Ahora hay más control en el proceso: «Puedo estar una hora para una sola línea, hasta que me convence. Esta adaptación a los tiempos me ha dado mucho poder sobre la obra». La fotografía virtual acarrea una nueva forma de entender el arte: «Me gustaría que el público empezara a comprender que las imágenes no tienen por qué estar en un cuadro. Al disponer de un original digital, puedes hacer un lienzo, y también imprimirlo sobre cualquier otra cosa: una mampara de ducha o un papel pintado».
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