VICISITUDES DEL CONVENTO DE SANTA CLARA DE CARAVACA

Es de sobra conocido y documentado que Caravaca de la Cruz ha sido (y es) el destino religioso histórico de la Región, antiguo Reino, de Murcia. Desde las concesiones del papa Clemente VII en el siglo XIV, Caravaca ha sido lugar de peregrinación, adonde miles de viajeros y penitentes arribaban para expiar sus faltas en presencia de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca. Y sin embargo, el peregrino del camino no era el único atraído por la reliquia caravaqueña. Un buen número de órdenes religiosas pusieron su mirada en la villa caravaqueña, demandante de una fuerte asistencia espiritual, y se instalaron es esta tierra, habitualmente patronazgo mediante de casas nobles e hidalgas de la villa, que eran acaso las primeras interesadas en el establecimiento de conventos y monasterios. No en vano era firme creencia que sepultarse en suelo consagrado “facilitaba” el tránsito a la vida eterna, pues como dice el evangelio de Lucas ‘es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios’, y pocas cosas limaban más esas “asperezas” entre el Reino de los Cielos y la nobleza que gastar una buena fortuna en ser el mecenas de las órdenes religiosas a cambio de enterrarse en su suelo (despojados de toda vestidura ostentosa, eso sí).

En total fueron seis las fundaciones que abrieron casa de religión en Caravaca, algunas tan célebres como la teresiana San José de las Carmelitas Descalzas o el Colegio de la Compañía de Jesús. En esta ocasión vamos a sacar el anecdotario del monasterio de Santa Clara, de orden franciscana, una de las pocas casas que felizmente aún está habitada por comunidad religiosa.

Las Clarisas y la ermita que nadie quería.

Queda estipulado que el establecimiento de Santa Clara fue en 1609, lo cual nos dejaría a esta fundación fuera del siglo anterior, cuando se abrieron todas las demás. Sin embargo la licencia real para su apertura se concedió en 1582, por lo que en un ejercicio de generosa flexibilidad podríamos encuadrarla junto con las otras cinco en el siglo XVI.

Como solía ser lo más habitual, esta fundación contó con el apoyo de la nobleza local, que contribuyó con bienes o fondos a la apertura. En el caso que nos ocupa, se cita a dos patronos: doña Catalina de Robles, que aportó la nada desdeñable suma de 1500 ducados, y don Ginés de Perea, familiar del Santo Oficio, quien les legó una casa que pudieran usar en la fundación conventual. A ello se le sumó la muy citada a lo largo de este siglo ermita de San Bartolomé, cedida por el concejo caravaqueño. Esta ermita tuvo poca fortuna en su devenir, pues el consistorio local, daba la impresión, deseaba “colocarla” y librarse de ella, cosa que fue francamente complicado. Este pequeño edificio fue cedido primeramente a los Franciscanos, que nunca llegaron a ocuparlo; a lo que siguieron los Jesuitas, quienes la habitaron durante algunos años en la primitiva ubicación del Colegio (situado en la calle homónima) hasta que rogaron deshacerse de ella y cambiar de sitio por ser San Bartolomé demasiado pequeña y antigua y precisar un templo mayor (Nuestra Señora de la Anunciación, finalmente, la que hoy bien conocemos y podemos visitar). A la sazón, el consistorio entregó la pequeña y deteriorada San Bartolomé a las hermanas de Santa Clara, quienes no parecían en disposición de rechazarla y hubieron de apañárselas con ella. Las clarisas hubieron de abordar la reforma y ampliación de la ermita casi un siglo después, lo cual les trajo no pocos quebraderos de cabeza…

La reforma del templo que los llevó a la cárcel.

El historiador caravaqueño Agustín Marín de Espinosa, en su ‘Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca’ de 1856 describía el convento de Santa Clara como “lugar húmedo y triste”. Las hermanas clarisas nunca disfrutaron de “obra nueva” en su convento, llevando a la idea de que sus edificios eran antiguos y presentaban los problemas propios del tiempo en un inmueble. Acaso la primera gran reforma que acometieron las hermanas fue la ampliación de su vieja iglesia, pues San Bartolomé ya rozaba el límite de la inoperancia para las monjas entrado el siglo XVIII.

Para la ampliación del templo contaron con los servicios de un maestro alarife lorquino de nombre Manuel Serrano. Este maestro, conjeturamos, tenía un criterio sustancialmente distinto al de las clarisas en cuanto al proyecto de reforma a abordar. Las hermanas, muy celosas del procedimiento legal, firmaron con Serrano un contrato en que se estipulaba qué deseaban exactamente y a cuánto ascenderían los honorarios del maestro alarife. Sin embargo, Serrano, por razones conjeturamos muy subjetivas, altera notablemente el proyecto aprobado por las clarisas, tomando más terreno del debido en esa ampliación, debiendo invadir la propiedad de otras casas de alrededor, y causando en consecuencia un sobrecoste inasumible por las hermanas. Las Claras hubieron de pleitear contra Serrano, fallando la judicatura contra él, y llevándolo a los calabozos.

Privadas de alarife que les llevara la reforma del convento, las hermanas de Santa Clara acudieron a otro maestro de renombre: José Vallés, quien participó en la antigua Colegial de San Patricio de Lorca. Siendo este maestro consciente del destino de su predecesor, planteó la ampliación de la iglesia de una forma más imaginativa: si no se podía ampliar hacia delante, se tendría que hacer hacia arriba. Vallés diseñó una nueva cabecera tal que montara sobre la calle posterior del convento, la del Mercado, hoy conocida como Calle Colegio, disponiendo de esta forma un presbiterio más elevado de lo habitual desde donde tener una mejor perspectiva de la feligresía presente. A las hermanas les agradó la propuesta; no así a sus vecinos. Algunos residentes del barrio no vieron con buenos ojos la “invasión” del testero de las Clarisas a la Calle del Mercado, por lo que presentaron demanda contra José Vallés y se le llevó a presidio junto con su hijo, que le asistía en la obra. En esta ocasión las Clarisas pelearon por su maestro cantero y apelaron el castigo, alegando entre otras cosas que la calle sobre la que montaba su iglesia era “… la más inservible de la villa…”, por lo que el perjuicio causado era mínimo. Finalmente las autoridades dieron por buenos los argumentos de las monjas y liberaron al maestro e hijo, concluyendo la obra y dando lugar a lo que hoy conocemos como el túnel de las monjas, de tan infausta presencia para los inadvertidos conductores de vehículos sobre cuatro ruedas.

Casi acabada las obras de ampliación del convento, parecía que no habría más tragos duros para las hermanas. Sin embargo, aún les quedaba uno por pasar.

Una revolución y una exclaustración.

En 1869 estalló la Revolución Gloriosa, levantamiento militar que llevaría al destrono de Isabel II y los posteriores reinado de Amadeo I y Primera República. Semejante sacudida política y social vino acompañada de una tremenda crisis económica, lo que obligó a la Diócesis de Cartagena a cerrar algunos monasterios. El delegado de religiosas, hermano del Carmen, viéndose en la tesitura de tener que despojar a las Descalzas o a las Clarisas de su casa, clamó aquello de “qué dedo me corto que no me duela la mano”. Finalmente con todo su dolor decidió exclaustrar a las Clarisas, que se vieron en la calle y su convento, clausurado.

Afortunadamente, sus hermanas en la Fe, las Carmelitas, no permitieron que las Clarisas estuviesen desamparadas, y les ofrecieron compartir su Convento de San José con ellas, a pesar de que debía estar a máxima capacidad (en torno a 20 hermanas) y a sabiendas de las estrecheces que tendrían que afrontar, amén de las diferencias doctrinales de su clausura.

Seis años convivieron las Clarisas con las Carmelitas en la casa de estas, sin trascender información precisa de cómo fue esa estancia. Como tímido testimonio, nos quedan unos versos dedicados a las hermanas de Santa Clara, escritos por una de las Carmelitas, cuando en 1875 las primeras regresaron a su casa gracias a las presiones populares. Dicen así:

Las hijas de Santa Clara

regresan a su convento,

y quedan las Carmelitas

llenas de pena y contento.

Llenas de pena se quedan

al perder tantos ejemplos

como vieron en las Madres

en tan amargos sucesos.

También dije de contento

en la última dicción,

de contento porque triunfa

nuestra Santa Religión.

Andad con Dios, Madres mías;

pero antes sí que os ruego

me perdonéis cuando visteis

en mi mal domado genio.

La paz y la caridad

reine en nuestros monasterios

y agrademos al Esposo

que es el deber que tenemos”.

Las convivencia nunca es sencilla, como la propia Carmelita deja caer en sus versos.

El Convento de Santa Clara en 2024.

Actualmente, el Convento de Clarisas es la única fundación femenina antigua que pervive con comunidad de religiosas en Caravaca; de todos es conocida la crónica falta de vocaciones que atraviesan la mayoría de órdenes. En el caso que nos ocupa, las hermanas que ocupan Santa Clara mantienen la fundación con buena salud, habiéndose restaurado parte del edificio y fachada de la iglesia, la cual puede visitarse cada mañana. También son populares los dulces que elaboran las Clarisas en su obrador y que ponen a la venta en el torno, siendo de una calidad exquisita y de precio ajustado.

También, como es tradicional, no faltan novias que llevan huevos a las Clarisas para procurarse buen clima en el día de su boda; y son estas hermanas las que se encargaron de elaborar la Bandeja de Flores con la que se ofrenda a la Cruz de Caravaca en su esplendoroso 2 de mayo, labor que recaía en las Carmelitas antes de su marcha.

En definitiva, y tras más de 400 años de discreta presencia, las hermanas de Santa Clara mantienen viva una gran y antigua fundación caravaqueña; y si uno es respetuoso y entra con la actitud adecuada, aún pueden verse a las Clarisas tras la verja, en su clausura, mientras oran en la iglesia en presencia del Santísimo.

FUENTES:

  • – ‘Historia de Caravaca de la Cruz’. Juan Manuel Villanueva
  • – ‘Apuntes para una historia de Caravaca’. Juan Manuel Villanueva
  • – ‘Memorias para la Historia de la Ciudad de Caravaca’. Agustín Marín de Espinosa.
  • – Portal web ‘Región de Murcia Digital’
La actualidad del Convento de Santa Clara

La actualidad del Convento de Santa Clara

Todos estamos impacientes por conocer las mejoras que se están realizando en el Convento de las Hermanas Claras de Caravaca. Por eso y por una noticia reciente en la que hemos conocido que serán nombradas con un título de honor.

Comenzaremos hablando un poco de los orígenes, tanto de la Santa como de la fundación del monasterio, para finalizar explicando las obras que se están realizando y el título honorífico que les será otorgado.

Santa Clara de Asís nace en Asís, Italia, en 1193 o 1194, en el seno de una familia noble. Siguiendo fervorosamente a San Francisco de Asís, funda la orden franciscana de las clarisas, con los ideales de pobreza, sencillez, austeridad, caridad y piedad. Su primer convento se sitúa junto a iglesia de San Damián, en Asís, siendo en los inicios Clara y otras tres compañeras que imitan a los franciscanos. Muere en Asís en 1253, donde se encuentran sus restos, y es canonizada en 1255, siendo su fiesta el 11 de agosto.

El Convento de Santa Clara de Caravaca se funda en 1586, por orden de Felipe II, a petición del Ayuntamiento y con la ayuda de varias donaciones, legados, cesiones y adquisiciones, destacando la de Catalina Robles y Ginés de Perea.

Se trata de un edificio barroco del siglo XVII, caracterizado por la austeridad, por ser de clausura. Sus elementos son una pequeña iglesia barroca, una portada sencilla de piedra, una espadaña con dos campanas, un convento de clausura laberíntico, una torreta, una torre y una bodega. Este ha sido modificado en escasas ocasiones, permaneciendo casi todo inalterado, a excepción de algunos elementos decorativos.

Como conocimos el pasado mes de febrero de 2019, se ha comenzado las obras para restaurar parte del patrimonio local, entre ellos, el Convento de Santa Clara, dentro un proyecto de la Fundación «Camino de la Cruz». Actualmente, se encuentra en obras, basándose sobre todo en la fachada, aunque se rehabilitarán unos 350 metros cuadrados del edificio. Estamos deseosos de conocer los resultados.

Finalmente, dar la enhorabuena a la Comunidad de Madres Clarisas del Convento de Santa Clara de Caravaca de la Cruz por el título que recibiran el próximo lunes 18 de marzo de mano de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca. Este se hará durante el acto de Clausura del Tiempo Jubilar concedido por Monseñor Lorca Planes, con motivo de la celebración del III Centenario de la inauguración de la iglesia.En concreto, se les otorgará el nombramiento como Camareras de Honor de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca.

 

Fuentes:

Caravaca contará con 260.000 euros para la restauración de patrimonio histórico

 

Caravaca de la Cruz se beneficiará de dos actuaciones en materia de recuperación del patrimonio, con la ejecución de los proyectos de rehabilitación de las fachadas del convento de San Clara y de la iglesia parroquial de El Salvador.
Dichos proyectos contarán con un presupuesto global de 260.000 euros, asumido por la Fundación Camino de la Cruz. En concreto, los patronos que financian estas dos actuaciones son el Grupo Postres y Dulces Reina, Limcamar, Café Salzillo, Grupo Fuertes y el Instituto de Turismo de la Región de Murcia.

“Después del Año Jubilar 2017, en el que la fundación centró principalmente sus esfuerzos en la promoción turística y el desarrollo de eventos, era importante que en los periodos interjubilares las inversiones se orientaran al mantenimiento y la recuperación del patrimonio histórico de Caravaca de la Cruz”, tal y como ha señalado el alcalde, José Moreno, durante el acto de presentación de los proyectos, en el que también ha participado la consejera de Turismo y Cultura del gobierno autonómico, Miriam Guardiola; el vicario episcopal y párroco de El Salvador, Jesús Aguilar; el presidente del grupo Postres Reina, Alfonso López, y la comunidad de las Clarisas de Caravaca, entre otros.

José Moreno ha avanzado el compromiso del Ministerio de Hacienda de incluir en los próximos Presupuestos Generales del Estado la ampliación de los incentivos fiscales hasta el año 2021, “lo que permitiría a la fundación mantener su fuerte compromiso con Caravaca de la Cruz más allá del periodo que actualmente hay establecido”.

En el caso del monasterio de Santa Clara se restaurará una superficie de 350 metros cuadrados. Este edificio histórico data del siglo XVII, época de austeridad en las construcciones monacales. La fachada -de dos cuerpos y rematada con frontón triangular partido con cruz- es uno de sus elementos más destacados, realizada con sillería y puerta claveteada de 1876.

La inversión para la fachada norte, sur y este de la Iglesia Parroquial de El Salvador ascenderá a 200.000 euros y abordará limpieza, consolidación y protección de la piedra, así como intervenciones específicas en la “arpía” y en cornisas, molduras de ventanas y en la lápida de inscripción. Esta iglesia, Bien de Interés Cultural (BIC), es uno de los exponentes columnarios del Renacimiento español más importantes y emblemáticas de la Región de Murcia. Se encuentra situada en el centro neurálgico del municipio y es el último punto de sellado para los peregrinos antes de la llegada a la Real Basílica de la de la Santísima y Vera Cruz.

Estas inversiones han sido posibles gracias al reflejo en los Presupuestos Generales del Estado del nuevo acontecimiento de excepcional interés público, el ‘Camino de la Cruz de Caravaca.

Fuentes: Ayto Caravaca de la Cruz.

PALACETES EN CARAVACA DE LA CRUZ. LA CALLE DE LAS MONJAS

En esta ocasión hablaremos de una calle muy especial de Caravaca de la Cruz, La Calle de Las Monjas.

Los turistas y visitantes que lleguen hasta la ciudad no pueden irse sin haber pasado por esta larga y recta Calle. Enseguida, se entenderá el motivo.

Y es que la citada calle se encuentra rodeada de un importante patrimonio como: la Plaza del Arco, el inicio de la Cuesta del Castillo (antigua puerta de Santa Ana por la que se accedía a Caravaca de la Cruz), la imponente Parroquia del Salvador (S. XVI – XVIII), el Teatro Thuiller, el Barranco de San Jerónimo, el Puente Uribe, el Mueso de la Fiesta, ubicado en el Palacio de los Uribe (s. XVI). Lugares y edificios merecederes de detenerse con calma sobre ellos, ningún turista debería perdérselos.

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Además, esta Calle facilita la unión de dos zonas de Caravaca, el núcleo o centro urbano con una zona más elevada, el barrio de San Francisco, del que ya hablamos en ocasiones anteriores (recoge la Plaza de Toros (fachada neomudéjar y Ermita de la Reja).

Sin embargo, para despertar nuestro interés no es necesario recurrir a los edificios y zonas que la rodean, la propia Calle en sí, está llena de encanto gracias a los distintos palacetes y casas solariegas que la conforman de principio a fin.

Se trata de una calle con solera, durante los siglos XVII y XVIII fue una calle señorial.Image Habitada por nobles e hidalgos, que construyeron  palacetes y casas solariegas, en cuyas fachadas aún se exhiben vistosas rejas y escudos heráldicos, que a modo de sello nos indican las familias que vivieron en ellas. Entre esos nobles vecinos se encontraban algunos intelectuales como el escritor Miguel Espinosa, el historiador Martín de Cuenca Fernández – Piñero.

ImageDurante el barroco fue conocida como “Calle de los Melgares”, porque en la misma vivieron varias generaciones de esta noble familia.

En la actualidad todo el mundo se refiere a ella como “Calle de las Monjas”, debido a que alberga el Monasterio –  Iglesia de Santa Clara (s. XVII) habitado por monjas clarisas de estricta clausura y construido sobre la antigua Ermita medieval de San Bartolomé.

Algunas de estas casas señoriales se utilizan como infraestructuras que albergan, organismos públicos como la Oficina Municipal de Turismo, ubicada en un antiguo palacio del que se conservan fachada, balcones y escudos heráldicos o el Centro Internacional de Estudios de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, ubicado también en un bonito palacete.

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