Los actuales artesanos del belén son herederos de una tradición cultural fortalecida en España durante el siglo XVIII por el escultor Francisco Salzillo. Sin embargo, hay que remontarse varios siglos antes para localizar el origen de esta costumbre y eso es precisamente lo que haremos en la presente entrada de nuestro Blog.
Los primeros pasos del belén nos llevan al siglo XIII, cuando San Francisco de Asís organiza el primer nacimiento viviente del que se tiene constancia.
Cuenta la historia que San Francisco, recién llegado a Roma, y coincidiendo las fechas con la Navidad de 1.223, instaló en una pequeña gruta de Greccio un pesebre con un poco de paja y las imágenes de San José, la Virgen y el Niño acompañadas por un buey y un asno vivos. Según sus palabras, deseaba ver, al menos una vez con sus ojos, el Nacimiento del Divino Niño. Allí se celebró la Misa de Nochebuena, a la que acudieron los frailes y algunos vecinos del lugar.
Tras esta misa, todas las iglesias de la Orden adquirieron la costumbre de instalar un Nacimiento durante los días de Navidad; costumbre que, poco a poco, fueron adoptando el resto de Órdenes religiosas, imprimiéndole cada una su estilo y ligeras variaciones. Así, el belén se difundió a todas las ciudades y países que las órdenes visitaban ejerciendo su apostolado.
Sin embargo, no es hasta la Edad Moderna cuando los artistas utilizan el Nacimiento de Jesús como fuente de inspiración de su obra, empleándose como manifestación artística y no meramente religiosa. En el Renacimiento ya se apunta esta posibilidad, pero es en la segunda mitad del siglo XVII y, sobre todo, el siglo XVIII, cuando el arte belenístico alcanza su mayor esplendor, y los mejores artistas del momento lo elevan a cotas insuperables, mientras que los pequeños artesanos lo popularizan al hacerlo asequible a las clases populares.
Durante el XVII el máximo exponente del arte en figuras de belén lo constituyen las napolitanas. Son éstas figuras de vestir en las que sólo se ha trabajado la cabeza, brazos y manos, piernas y pies, estando el cuerpo relleno de fibra vegetal que las hace extremadamente adaptables a cualquier postura. Sus ropas, propias de la moda de la época, les aportan ese anacronismo tan habitual en los belenes que, sin embargo, no les resta encanto ni verismo.
Sería ya el en siglo XVIII cuando el belén deje de ser un artículo de distinción entre la nobleza para popularizarse, hecho que ocurre durante el reinado en España de Carlos III, quien profundizó su admiración por este arte durante su etapa de regente en Nápoles, a fin de divulgar el contenido evangélico. Ya con el Barroco, se implantaría la moda de vestir las figuras con ricas telas.
En esa época es cuando aparece Francisco Salzillo, hijo de un artesano napolitano, quien se convertiría en uno de los mejores escultores españoles. El belén de Salzillo, uno de los más importantes del mundo, se lo encargó Jesualdo Riquelme en 1783 y está compuesto por 556 personajes y 372 animales, además de algunas maquetas de edificios.
Fuentes:
fratefrancesco.org
regmurcia.com
museosalzillo.es